martes, 6 de mayo de 2008

"ESTOY HAMBRIENTO. PÓNGAME UN WHISKY"

La frase no es mía, sino de Tony Stark. Es, para los despistados, el tipo que va dentro de la armadura en la peli de Iron Man.

Y es que en este puente que acabamos de clausurar he hecho pocas cosas (cumpliendo objetivos, vaya), pero una de esas ha sido ir a ver esta película que, pese a que el personaje nunca ha sido de mis favoritos (aunque hace nada se ha vuelto muy interesante en el mundo del tebeo, pero eso es otra historia), tenía unas ganas tremendas de hincarle el diente.

Me gusta escuchar los comentarios de la gente según vamos saliendo de la sala, y lo curioso en esta ocasión es que casi todos tenían su parte de razón. Es una americanada, pero lo parece más de lo que en realidad es. Es una patochada, y tampoco. Es entretenidísima, pero no siempre. En su conjunto, es una película correcta, amena y palomitera con (muy) buenos momentos. Ahora, si lo de lo que estamos hablando es de cómo funciona desde el punto de vista de una adaptación, es de las mejores que se han hecho de un tebeo en general y de un tebeo Marvel en particular.

Los primeros personajes Marvel nacen a principios de los 60, y se caracterizan por dos cosas: son hijos de su tiempo y, a la vez, héroes con pies de barro. Tienen una tara, un defecto (psíquico o físico)... lo cual les hace vulnerables, hasta cierto punto identificables con el lector y –desde luego- completamente diferentes al resto de héroes de aquel tiempo.

Tony Stark no es una excepción. Para que sea hijo de su tiempo se ha cambiado el escenario de Vietman por el de Afganistán, aunque su tara sigue siendo la misma: le falla el corazón. El tío es listo; tiene dinero, éxito, poder y es un superhéroe. Pero en un parpadeo el corazón puede hacer pum. Stan Lee estuvo muy inspirado en aquellos años.

Precisamente porque la esencia del personaje se mantiene, la película funciona. Pero claro, como en toda adaptación de cómic, funciona mejor para el lector habitual que para el padre despistado que va con el chaval.

Pero merece la pena. Como digo, el seguidor del personaje se lo pasara pipa. Los actores están estupendos, el argumento es correcto, la(s) armadura(s) es(son) increíble(s), sale Stan Lee, hay multitud de guiños frikis, los créditos son una maravilla y la sorpresa final, también. Pero, la pelea con el malo... buf. Esa parte se me hizo cuesta arriba y aburridilla. Por eso la película se queda un poco regulera. De todos modos, lo mejor, pero lo mejor con diferencia, es Tony Stark.





Lo más divertido de Spiderman es ver como Peter Parker, después de salvar a la ciudad del Rino, tiene que hacer los deberes, apañárselas para que su tía no sospeche y además terminar el proyecto de ciencias. La gracia de Los 4 Fantásticos está en ver cómo interactúan –en familia- caracteres tan dispares. En definitiva, casi nos interesa más su vida “civil” (o privada) que la de sus alter ego superheroicos. Con Iron Man/Tony Stark sucede lo mismo. La idea de multimillonario playboy despreocupado la clavan. El personaje de Tony tiene más minutos de los que se podían esperar y, para mí, es el acierto de la película. Eso es justo lo que les falta (en general) a las pelis de Batman: más Bruce Wayne bailando el chiki chiki con la chica de Marzo del calendario Pirelli. Seguro que Christian Bale estaría de acuerdo conmigo.

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